Los egipcios del Imperio Nuevo tuvieron más de mil años para refinar sus creencias religiosas. Es por eso que los templos y la ciudad entera de Luxor, la antigua Tebas, están construidos siguiendo una lógica esotérica de gran belleza. Los lugares dedicados a la vida, como la propia población y los edificios de culto a los dioses, se hallan en la orilla oriental del Nilo, que es por donde nace el sol. Y las tumbas de los faraones, así como sus monumentos funerarios, están en la ribera occidental, donde el sol muere. Así, mucho antes de que la mitología griega ideara el cruce del Estigia como camino al Más Allá, los egipcios tomaban un río muy real para el mismo simbolismo.
En esta canica vamos a centrarnos en la región de la vida.
La orilla oriental del Nilo
Luxor es una población moderna construida sobre otra muchísimo más antigua: Tebas. La capital del Alto Egipto. La ciudad de los faraones más conocidos: El guerrero Ramsés II. La bella Nefertiti. Hatshepsut, la única faraona. El herético Akhenaton. Y cómo no, el archiconocido Tutankhamon.
Más que construida sobre Tebas, Luxor convive con ella. Los templos brotan en el medio de la ciudad, en perfecta armonía con ella. Hay dos principales: El de Karnak, enorme y magnífico, y el de Luxor, quizá menos impresionante a simple vista, pero con un encanto especial.
El Templo de Karnak
Del Templo de Karnak, lo primero que destaca son sus columnas. Son verdaderamente majestuosas, tanto en tamaño como en decoración. Hace milenios que el techo del templo cayó, pero esas enormes moles, con sus capiteles en forma de flor de papiro y sus bases colosales, siguen siendo impresionantes. Especialmente, cuando la luz dorada del sol egipcio se cuela entre ellas a primera hora de la mañana.
El templo de Karnak fue mi primer contacto con el Antiguo Egipto. Ni pirámides ni esfinges, sino un edificio en ruinas que ha logrado conservar esa atmósfera de lo sagrado para la que fue construido. Eso fue lo que me enamoró. En las ruinas romanas, una tiene que hacer un ejercicio de imaginación para reconstruirlas. Te dicen: «Aquí estaban los baños» o «esto era una casa», y dices «ajá» mientras miras unas pocas piedras. Las ruinas egipcias son muy distintas. Hicimos la visita al amanecer, mientras ese sol que era objeto de adoración se alzaba por detrás del templo. Casi podías ver la procesión solemne del faraón avanzando entre pilonos y patios de columnas. A los sacerdotes inmersos en rituales en el santasanctórum. Las estatuas de faraones anteriores vigilando con serenidad el paso de los siglos… Las ruinas egipcias realmente te transportan a la época de su propia grandeza.
Y luego están los grabados. Toda la piedra del templo de Karnak es como un gigantesco lienzo que narra el pasado con una viveza y un detalle asombrosos. Han transcurrido más de 3.000 años, y los jeroglíficos y las escenas mitológicas están en perfecto estado, como si acabaran de ser talladas. En algunos rincones, hasta han conservado algo de color, dando una idea de la hermosura y magnificencia que debía tener recién construido.
Como pequeña curiosidad, el templo de Karnak alberga dos obeliscos intactos. Esto puede no parecer gran cosa, pero resulta que en todo Egipto tan solo quedan ocho o nueve. La tierra de los obeliscos ha sido tan despojada de ellos, que verlos allí es algo a destacar.
El templo de Luxor
Hace milenios, el templo de Karnak estaba unido al de Luxor por una avenida de siete kilómetros flanqueada de esfinges. Cientos, miles de esfinges. ¿Recorrerían a pie los faraones el camino entre ambos? ¿Se sentirían protegidos por ellas? ¿O simplemente serían una muestra más de grandiosidad?
El templo de Luxor es mucho más pequeño que el de Karnak. Eso lo hace menos majestuoso, pero también le proporciona un ambiente de recogimiento. El pilono frontal está más entero, y hay grandes estatuas de Ramsés II en su trono guardando la entrada al patio de columnas, que suple el tamaño con una amplia plaza despejada.
Uno de los aspectos más interesantes de este templo es que sigue siendo un lugar de culto actualmente. Hace cosa de un milenio, cuando la construcción estaba enterrada en las arenas del desierto, los árabes aprovecharon los muros en ruinas para construir una mezquita que, al desenterrar el templo, ha pasado a ocupar una extraña posición elevada. (En la imagen de arriba puede apreciarse su minarete).
Ya tenemos dos religiones, pero es que el templo de Luxor también fue brevemente reconvertido a iglesia por los cristianos coptos tras la caída del imperio egipcio. En un rincón del santasanctórum, aún pueden verse restos de pinturas bíblicas cubriendo los jeroglíficos. Una de las experiencias más curiosas del templo de Luxor es quedarte observando este rinconcito mientras, a tus espaldas, se eleva la llamada a la oración de la mezquita. De un plumazo, te encuentras con las tres religiones que más influencia han tenido en la historia de este antiquísimo país.
Todas las imágenes son obra de la autora, tomadas en los templos de Karnak y Luxor (Valle del Nilo, Egipto).
Una idea sobre “Luxor: Los templos de vida y muerte (I)”
Que diferente el antíguo Egipto del actual, no?