Java es la isla más poblada del mundo. Puedes alejarte tres o cuatro horas en coche de ciudades como Yogyakarta y no adentrarte lo más mínimo en la naturaleza, a pesar de saberte rodeada por volcanes y verdes campos de arroz. La carretera es como un pueblo interminable, sin un solo tramo libre de casas, tiendas, talleres o cualquier tipo de construcción. Hay maravillas al alcance de la vista, pero están ocultas tras un muro gris de humanidad.
Hasta hace poco tiempo, esto no era así. Durante muchos siglos, príncipes y sultanes nativos gobernaban regiones aisladas por todo el territorio. Java Central era entonces un vergel y un misterio impenetrable, del cual hoy solo se conservan dos templos, uno hindú y otro budista, rodeados de incógnitas y de misticismo. Ambos fueron construidos sobre el siglo IX. Ambos son grandiosos, de esmerada construcción y un tamaño mayor que muchas catedrales europeas. Ambos fueron abandonados por razones desconocidas y olvidados durante siglos. Y ambos fueron redescubiertos por el gobernador Raffles durante el breve período en la era colonial en que Java fue inglesa. Uno es el templo budista más grande del mundo. El otro, no el primero entre los hindúes pero sí uno de los top10. Se llaman Borobudur y Prambanan.
Lo primero que llama la atención es que haya dos templos tan importantes de religiones distintas a apenas 50km uno de otro, aunque esto es más comprensible si se tiene en cuenta el «batiburrillo» de reinos hindúes y budistas que había en Java hace un milenio. Y no es que el hinduismo y el budismo tengan creencias parecidas, precisamente. De hecho, visitar los dos templos el mismo día me ayudó a comprender las profundas diferencias que existen entre ambas religiones. Esta visita conjunta es, probablemente, uno de los mejores estudios comparados in situ que se pueden hacer en todo el mundo.
Borobudur es el templo budista, y todo en él transmite serenidad. Se trata de una única construcción en forma piramidal, aprovechando un cerro montañoso en una extensa planicie. Desde lejos, parece una flor de loto que se abre en la llanura. Tiene base cuadrada y está formado por nueve pisos hundidos en piedra, todos tallados con escenas de las enseñanzas de Buda. Hay una calma que invita al recogimiento al recorrer sus angostos pasillos a cielo abierto, siguiendo las historias que narra la piedra. Se compone de más de 2.000 paneles en relieve. Algunos escenifican la ley del karma, separando mediante árboles las buenas acciones de su retribución, y las malas acciones de su castigo. Otros cuentan la vida de Buda, nacido como príncipe Siddhartha, o las leyendas de otros personajes de la mitología budista. Hay escenas bélicas y paradisíacas. Elefantes adorados como deidades. Un león sonriente devorando a una cabra. Cenefas compuestas por monos. Barcos luchando contra la tormenta… El nivel de detalle es asombroso. ¡Y tiene más de mil años!
Al ascender a las plataformas superiores, los pasillos no están tan hundidos y las paredes se vuelven lisas, hermosas en su simplicidad. Arriba del todo, el único adorno son las estupas, enormes y vacías, en forma de campana. Llegamos a la cima y allí, el protagonista es el paisaje. Borobudur se abre a un panorama de llanuras y montañas, tan impresionante que quita la respiración. Es como tener el mundo entero a tus pies, y lo único que te ancla a la tierra es la piedra del templo y la delicada curva de las estupas.
Prambanan es muy distinto, mucho más «terrenal». Basta verlo para sentir, a un nivel muy instintivo, las diferencias entre ambas religiones. El budismo es contemplativo, y sus enseñanzas y obligaciones son esencialmente morales. Por eso, los templos budistas como Borobudur están hechos para los hombres. El hinduismo, en cambio, construye historias alrededor de un sinnúmero de dioses a los que adorar mediante ritos y ofrendas. Es disperso, y sus obligaciones son más bien de culto. Por eso, sus construcciones están hechas para los propios dioses.
En Prambanan, esto se traduce en un complejo formado por muchos templos, cada uno dedicado a un dios, tanto más grande cuanto mayor es su importancia. Se calcula que originalmente había más de 200, pero un terremoto en 2006 derrumbó muchos de ellos, de los que no quedan más que pilas dispersas de ladrillos rodeando el patio principal. A diferencia de Borobudur, que no tiene recintos interiores, aquí sí es posible entrar en los templos, aunque solo hay un pequeño recinto a oscuras. Prambanan es, sobre todo, para admirarlo desde fuera.
El complejo principal, que está erigido en un patio de piedra, consta de seis templos. Los tres más grandes están dedicados a los dioses principales del hinduísmo: Brahma, el Creador, Shiva, el Destructor, y Vishnu, el Conservador. Frente a ellos hay tres templos más pequeños, consagrados a los vahana (vehículos) de cada uno de los tres dioses: Hamsa, el cisne de Brahma; Nandi, el toro de Shiva, y Garuda, el pájaro sagrado de Vishnu. El resto de templos, algunos en pie, otros en ruinas y otros, simples montículos de ladrillo, se distribuyen alrededor del patio principal. Originalmente, seguían un cuidadoso diseño arquitectónico en forma de mandala.
A escasa distancia de Prambanan se alzan otros tres templos menos importantes, a los que se llega fácilmente dando un paseo. Resulta agradable para alejarse un poco de la enorme cantidad de turistas que abarrotan el recinto. Las multitudes son, con diferencia, lo peor de la visita a cualquiera de los dos templos. Resulta difícil pensar que durante siglos cayeron en el olvido. Que los hombres del gobernador Raffles tuvieron que abrirse paso a machetazos por la selva para llegar a ellos, y que fueron necesarios largos trabajos de restauración para darles el aspecto limpio y ajardinado (domesticado, podríamos decir), que ahora tienen. Como templo, Borobudur me gustó más, pero el recuerdo más grato que conservo de ese día fue el de la puesta de sol desde uno de los prados que rodean Prambanan, con la figura oscura de los templos destacando contra el cielo rosado.
Las dos fotografías son obra de la autora y corresponden a los templos de Borobudur y Prambanan, respectivamente.
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