El mundo actual es una selva de información. Estamos tan desbordados de conocimientos que es imposible decidir racionalmente porque para todo hay argumentaciones en pro y en contra. Por eso, es más sencillo tomar la decisión con las entrañas. Y eso no es malo. Lo peligroso, lo tramposo, es aferrarte a una razón-liana en esa selva para convencerte de que tu decisión es racional. Ninguna decisión que no haya pasado por la incómoda prueba de comprender las razones contrarias puede ser totalmente racional.