Luxor: Los templos de vida y muerte (II)

El exterior del Valle de los Reyes

Incluso ahora, 4.000 años después, las diferencias de paisaje entre las orillas occidental y oriental del Valle del Nilo sugieren el mismo simbolismo. El este, por donde nace el sol, es fértil y está lleno de vida. El oeste, por donde el sol muere, es árido y polvoriento. Un perfecto cementerio de reyes olvidados… Y a pesar de las apariencias, ¿qué región resulta ser la más interesante?

La orilla occidental del Nilo

El lugar es desolado y suave, de colinas desnudas, dulcificadas por la erosión. Hay una belleza serena en su aridez, tan cerca de la exuberante fertilidad del Nilo. La colina más alta tiene cierta semejanza a una pirámide, y tal vez por eso. los faraones del Imperio Nuevo eligieron este erial para construir sus tumbas.

¿Y por qué no pirámides de verdad, como sus ancestros? Las pirámides eran construcciones místicas, y el esfuerzo dedicado a construirlas suponía el mejor testimonio de la importancia del faraón a través de los siglos. Sin embargo, resultaban ser demasiado fáciles de saquear. Eran reconocibles, y daba igual lo oculta que estuviera la entrada. El ingenio y la avaricia de los ladrones acababan superando todo obstáculo. Por eso, los nuevos faraones se fueron al otro extremo y empezaron a construir tumbas secretas, ocultas en el desierto, de manera que el polvo y la roca se encargaran de esconderlos a ellos y a sus tesoros. Nos encontramos en el Valle de los Reyes.

El Valle de los Reyes

A primera vista, no es más que un desierto. Sin embargo, el desfiladero que se abre entre colinas blancuzcas guarda tesoros en sus entrañas. Toda la pompa y el esplendor que los faraones no podían mostrar en el exterior, lo guardaban para el interior. Pocas cosas me impresionaron más en Egipto que recorrer esos túneles mortuorios color arena, esmeradamente decorados con jeroglíficos e imágenes del faraón comulgando con los dioses. No son solo tumbas. Son auténticos palacios bajo tierra.

La arquitectura es similar en todos ellos. Suele haber un largo corredor adornado con tallas de colores, que conduce a la cámara funeraria. Los techos simulan ser cielos estrellados, en azul y amarillo. Las paredes contienen imágenes delicadamente tintadas: El faraón con Isis u Osiris, la barca de Amón, o largos textos enigmáticos. ¿Qué misteriosos secretos esconden esos jeroglíficos? Es imposible no preguntarse qué narran esos extensos textos que el faraón eligió como presentación ante los dioses en el Más Allá.

Valle de los Reyes - Tumba de Ramsés III

A ambos lados del corredor principal se abren estancias donde antaño se almacenaba el ajuar real. Los tesoros con los que el faraón debía viajar al otro mundo. Y al fondo de todo, en el recinto más recóndito, descansaba la momia del faraón en solemne cámara mortuoria. Los tesoros jamás se encontraron. Pese a los esfuerzos de los faraones por ocultarse, sus tumbas fueron saqueadas hace milenios.  Cuando los arqueólogos las encontraron, lo único que quedaba allí eran las momias… y las propias tumbas excavadas y decoradas, atestiguando lo grandioso que debió haber sido su contenido, si el continente lo era tanto.

En el Valle de los Reyes se han descubierto nada menos que 65 tumbas (y no se descarta que haya más). La decoración de algunas de ellas es sencillamente maravillosa. Sin embargo, la única célebre es una bastante modesta, de las menos importantes en la Antigüedad: La de Tutankhamon.

Tutankhamon fue un faraón que murió con apenas 19 años. No vivió lo suficiente como para realizar hazañas gloriosas, luchar batallas o gobernar realmente a su pueblo. Poco se imaginaban sus coetáneos, tras su breve y poco memorable reinado, que acabaría siendo el faraón más conocido de 3.000 años de Historia, y debido a algo tan trivial como un tesoro no robado. Porque esa es la razón de su fama. La tumba de Tutankhamon fue la única en todo el Valle de los Reyes que se encontró intacta.

Se cree que la razón por que los saqueadores no la encontraron fue pura casualidad. Los obreros encargados de construir el mausoleo del faraón Ramsés VI acabaron amontonando una pila de escombros sobre el lugar donde Tutankhamon descansaba desde hacía 200 años. ¿Quién iba a imaginar que un faraón trataría a otro con tan poco respeto? No los ladrones, a lo que se ve, y la tumba fue pasada por alto durante milenios.

No fue descubierta hasta 1922, por el egiptólogo inglés Howard Carter, bajo el patrocinio de Lord Carnarvon. Imagino la emoción que supondría para ellos este descubrimiento. Llevaban varios años excavando el valle, buscando esa tumba. Carter sospechaba que estaba allí desde 1907, cuando otros equipos arqueológicos encontraron objetos con el sello de Tutankhamon.  Por entonces, nadie creía que estuviera enterrado allí. Tenía mucho más sentido que se encontrara en Amarna, donde reinó su padre. Pero Carter se convenció de que la tumba del faraón-niño estaba por descubrir, y su perseverancia lo llevó a realizar el descubrimiento más sensacional de la historia de la arqueología.

Es una lástima que el ticket de entrada al Valle de los Reyes solo dé derecho a visitar 3 tumbas. Me hubiera gustado visitar alguna más. Además, para preservarlas, no todas están abiertas a la vez, por lo que resulta imposible visitarlas todas el mismo día. Por todo ello, es importante elegir cuidadosamente las tumbas visitadas. En breve prepararé una canica con mis recomendaciones personales sobre ello. De momento, exploremos un poco más la orilla occidental del Nilo.

Tumba de Ramsés III

El templo de Hatshepsut

Si bien las tumbas del Imperio Nuevo estaban escondidas, los reyes no quisieron renunciar a erigir templos donde ser honrados tras su muerte. En la misma orilla occidental del Nilo se encuentran unas cuantas construcciones dedicadas a distintos faraones, como las ruinas del Templo de Ramsés II, del que solo quedan los Colosos de Memnon, o el bello y sorprendentemente bien preservado Medinet Habu, dedicado a Ramsés III. Este último es un templo pequeño, con mucho detalle en sus tallas, y rincones que han conservado el color bastante bien. No es demasiado conocido, pero merece mucho la pena.

Sin embargo, si hay un templo funerario que destaca por lo grandioso e impresionante, es el de Hatshepsut. La reina-faraona. La única mujer de todos los imperios egipcios que gobernó sin el apoyo de un hombre.

El templo es hermoso sobre todo por su emplazamiento, al pie de un farallón de roca, como una inmensa entrada a las entrañas de la tierra. Hatshepsut está representada con esculturas en todas las columnas, llevando incluso la barba postiza para indicar que era en todo igual a un faraón varón.

Hatshepsut llegó al poder tras la muerte de su esposo, el faraón Tutmosis II, asumiendo la regencia de su hijastro Tutmosis III, demasiado niño aún para gobernar. (A pesar de ser Gran Esposa Real, ella solo tuvo una hija, que no podía ser la heredera legalmente). Hatshepsut fue una política sagaz, que consiguió los apoyos suficientes para instaurar una corregencia con su hijastro, aunque de facto, gobernaba ella. Esta situación se perpetuó durante 21 años, hasta su muerte, y su reinado fue considerado uno de los más prósperos de todo el Antiguo Egipto.

Fue precisamente esa bonanza lo que le permitió edificar un templo tan impresionante para su propia gloria. Murió de cáncer, pocos años después de la muerte (quizá no tan natural) de sus más próximos colaboradores y su hija Neferura. Dicen las crónicas que, tras estos golpes inesperados, la reina Hatshepsut se fue apartando gradualmente del gobierno, dejando paso a su joven y ambicioso hijastro. Tutmosis III fue también un gran rey, aunque jamás lo habría conseguido de no haber aprendido tanto de los enfrentamientos con su madrastra.

Tras su muerte, Tutmosis III intentó eliminar todo rastro de ella. Desfiguró su rostro en las imágenes y esculturas, y borró su sello hasta del sarcófago. Al principio, los egiptólogos pensaban que lo había hecho por venganza, aunque algunas teorías modernas sugieren que la razón pudo haber sido más política que personal. En cualquier caso, es casi de justicia poética que aún hoy, el templo de la reina Hatshepsut sea uno de los más soberbios de Egipto.

Templo de Hatshepsut

Las imágenes son obra de la autora, tomadas en el Valle de los Reyes (tumba de Ramsés III) y en el Templo de Hatshepsut. 

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